Después que yo me haya
ido, aparentemente
- porque no se termina
del todo, con la Muerte -,
buscame en las auroras,
y en los atardeceres...
me encontrarás también entre los rayos
dorados de Selene...
Y allá en tu corazón, yo he de ser una
palpitación alegre...
Cuando en tu copa brille el dulce oro
de las dichosas mieles,
no me importa que me olvides...
¡En tu egoísmo, bebe
a solas el lícor
de todos los placeres...!
Pero si sufres, volveré hacia ti...
¡ Si, yo habre de ser ese pañuelo de ternura
que tus lágrimas seque!
En tu gozo, tal vez, no esté a tu lado;
¡ Más en tu dolor, lo estaré siempre!
Julio J. Casal
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